San Miguel de Tucumán se marchó de Ibatín y las razones quedaron prolijamente enumeradas por la historia. Aquellos tucumanos modelo siglo XVII se reunieron en el Cabildo y por votación mayoritaria dijeron “basta, nos vamos a la vera del río Salí”. Corría 1685. Y allí quedó Ibatín, joyita colonial decolorada con tanta rapidez como había brillado. La más exquisita y prolífica fábrica de carretas del Virreinato, sede de ¡cuatro iglesias!, todo un exotismo para la época. Al destino de Ibatín lo decidieron aquellos cabildantes convencidos de que el progreso y la mejor calidad de vida estaban en otro lado. Los indios no daban tregua, las enfermedades acechaban y las inundaciones generadas por el indómito río Pueblo Viejo eran un problema. Además se había modificado la traza del Camino Real, alejando a la ciudad de la ruta del dinero. Motivos de sobra. Entonces se fueron los pobladores, pero regresó la selva, imparable y voraz en su misión de sepultar en Ibatín los recuerdos y registros, las huellas y las presencias. Como una forma de castigar a aquellos intrusos que habían osado darle la espalda. Pero todo vuelve.
¿Qué es Ibatín hoy? Un proyecto cultural en marcha, un campo que invita a desarrollar toda clase de estudios, un sitio arqueológico listo para ser explorado, un lugar para descubrir aquella San Miguel de Tucumán que pocos conocen, un espacio de aprendizaje. En el imaginario tucumano, Ibatín es apenas un nombre que flota sin mayores referencias alrededor. Esta es la oportunidad de modificar esa realidad.
Todo obedece a la nueva etapa que se abrió en el devenir histórico de Ibatín, ya que el sitio cambió de administrador: salió de la órbita del Ente de Turismo y desde 2019 forma parte de la estructura del Ente de Cultura. El nombre oficial es Macai (Museo Arqueológico a Cielo Abierto Ibatín) y su encargado es el arqueólogo Osvaldo Díaz, quien reviste a la vez en la Dirección de Patrimonio.
Díaz detalla que de inmediato se concentraron en alcanzar dos objetivos: reconstruir el módulo del Macai, arrasado por un temporal en 2017, y organizar las investigaciones arqueológicas en el predio ubicado en las cercanías de Monteros. Los primeros avances ya están a la vista.
Un nuevo comienzo
“El módulo se hizo en 2011. Desde entonces Ibatín funcionaba con guías y personal de mantenimiento aportados por el Ente de Turismo. Pero desde la destrucción del módulo se replantearon las cosas”, explica Díaz.
En lo estructural la nueva obra está terminada. El módulo quedó recuperado, al igual que la zona de servicios y los baños, incluyendo uno para discapacitados. El trabajo pasa ahora por reactivar la muestra y el guión museográfico, dotado de vitrinas con toda clase de material arqueológico encontrado en la zona, una pantalla led que proyectará un video educativo, y lo que promete ser un gancho de enorme atractivo para los visitantes: una maqueta que reproduce la Ibatín de 1630, en sus momentos de esplendor. Además, por resolución emitida por el Ente de Cultura la semana pasada, se estableció que el módulo lleva el nombre de Luis Medardo Monti, arqueólogo fallecido este año a causa del coronavirus y que dedicó sus investigaciones a desentrañar los secretos de Ibatín.
La amplia mayoría de las 49 manzanas que constituían la antigua San Miguel de Tucumán fueron ocupándose a medida que pasaron los años. Entre las plantaciones de caña y de citrus se reparten viviendas y pequeñas chacras. Quedan entre nueve y 12 manzanas delimitando el Macai, un terreno fértil para visitas guiadas a las que Díaz planea brindarles un valor agregado. “La idea es desarrollar una aplicación para celulares que funcione en el predio y permita visualizar en el lugar cómo eran los principales edificios -el Cabildo, la Iglesia Matriz, la plaza principal- y también viñetas acerca de la vida en aquellos momentos, nutridas con textos científicos e históricos -destacó-. Todo para que la experiencia de recorrer el sitio sea más educativa y los visitantes se vayan con una idea precisa de cómo era la ciudad”.
El acceso a Ibatín es directo desde León Rougés -la primera localidad que aparece en la ruta pasando Monteros- y los guías están de 8 a 17 (de martes a viernes) y por la tarde los sábados y domingos. Los merenderos ubicados a la entrada, guarecidos y refrescados por la arboleda, atraen a numerosas familias los fines de semana. Y no falta la guardia policial.
En el terreno
Quienes llegan a Ibatín esperan encontrarse con ruinas coloniales, similares -por ejemplo- a las misiones jesuíticas de San Ignacio, en Misiones. Por eso suelen quedar desconcertados cuando comprueban que el predio sólo ofrece una idea aproximada de lo que fue la ciudad: el camino central, el espacio abierto de la plaza, las piedras que representan los cimientos del Cabildo, cartelería que indica cómo estaban delimitadas las manzanas y dónde se emplazaban las iglesias. Todo es selva, monte, verde, aire puro. Ibatín está debajo, lista para salir a la luz. Pero para eso hay que cavar y esa es tarea de profesionales. Nada barata, para más datos.
Explica Díaz que el Macai y la Comisión de Patrimonio de la Provincia se encargan de autorizar los proyectos de investigación. La firma de un convenio con el Instituto de Arqueología (Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo-UNT) es clave en ese sentido. No cualquiera puede ingresar con una pala o con un detector de metales al predio; hay requisitos -empezando por la matrícula en el Colegio de Profesionales- que cumplir, atados al plan de trabajo que se presente.
“La verdad es que no hay mucha gente que haya trabajado en Ibatín -advierte Díaz-. Nos gustaría exhibir los cimientos de la ciudad; estudiar su dinámica de ocupación y su uso. Para eso, por ejemplo, sería muy útil contar con un laboratorio móvil para el tratamiento de los objetos que se encuentren”. El propio Díaz se prepara para afrontar uno de los proyectos más ambiciosos que propone Ibatín: la excavación en la zona de la Iglesia Matriz.
Fueron 120 años los insumidos entre el ascenso y la caída de Ibatín, desde que Diego de Villarroel la fundó en 1565 hasta el éxodo tucumano de 1685. Para la vida de una ciudad, apenas un parpadeo. 120 años retratados en documentos, narraciones esculpidas por la tradición oral, elementos transportados durante aquella travesía de más de 60 kilómetros que despobló una San Miguel para poblar otra. Pero esos 120 años que no pueden quedar atrás siguen latiendo en cada rincón de Ibatín, activando dispositivos de la memoria. Porque de una u otra forma, siempre se vuelve.
Tráfico ilegal
Las fuerzas se seguridad cuidarán los yacimientos arqueológicos
La riqueza patrimonial de Tucumán es enorme y bien repartida por el territorio provincial. Al mismo tiempo, es muy difícil cuidar tantos yacimientos del permanente saqueo que padecen. El comercio en negro de material arqueológico es incesante y lucrativo; también la costumbre que tienen muchos tucumanos de apropiarse de las piezas y usarlas de adorno en su casa, cuando lo que corresponde es entregarlas a las autoridades para su estudio y apropiada conservación.
De allí la iniciativa que apunta a la creación del Comité de Prevención y Lucha contra el Tráfico de Bienes Culturales de Tucumán. El decreto está a la firma del Poder Ejecutivo y contempla entre sus objetivos la cooperación de fuerzas provinciales (Policía y patrullas de seguridad ciudadana) y nacionales (Gendarmería, Policía Federal, Policía de Seguridad Aeroportuaria, personal de Aduanas) en el cuidado de las “zonas rojas”, esas que los saqueadores recorren sin descanso y, hasta aquí, sin control.
La Dirección de Patrimonio del Ente Cultural será clave para la coordinación del Comité, en el que participarán como asesores el Instituto de Arqueología y Museo, el Ente de Turismo, la Facultad de Artes (UNT), la Administración de Parques Nacionales, el Archivo Histórico de la Provincia, el Ministerio Público Fiscal, la Fundación Miguel Lillo y el Arzobispado.
Difundir, concientizar y sensibilizar a la comunidad sobre la importancia de proteger los bienes culturales que conforman el patrimonio es el motor que impulsa esta iniciativa.